jueves

La perfecta unión entre el barroco y la idiotez.


El barón de Duglemois descansaba plácidamente en su palacete en su sala repleta de trofeos de caza...estaba aquel corzo que cazó en Champognettes usando tan sólo un cuchillo para pescado, aquella águila derribada de un certero saetazo en Cornouvelle en mitad de la nevada más dura de todo el invierno, incluso una de las piezas que habían valido al maestro taxidermista la confianza del barón, los doce zorros que cazó una tarde de otoño hacía ya cinco años en Britagnes en una pieza única en que los doce habían sido inmortalizados (o mortalizados, la ironía es uno de los juegos favoritos de las palabras) en plena persecución por los dos perros de caza del barón que cometieron el error de ser lo suficientemente buenos como para ser recordados por siempre junto a los zorros disecados.

Pero la pieza que más intrigaba al barón era aquel enorme bicho que se apoyaba en su peana con extraña tranquilidad...al parecer procedía de tierras salvajes y exóticas...y allí estaba en su alcoba haciendo tambalearse todo el equilibrio que había en el resto de sus trofeos...

Maldita sea...tenía que inventarse una buena historia para aquella bestia, mejor incluso que la de los zorros...y no sería nada fácil.

6 comentarios:

triz dijo...

Es por todos sabidos que el Rinoceranto de aguas era un fetiche para el barón de Duglemois.
Por su porte y elegancia siempre lo quiso más que cualquier purasangre, y qué decir de su seguridad, mejor que cualquiera de sus doberman adiestrados para matar, trocear y picar cual minipimer.

Ambos se encontraron cara a cara en uno de los viajes psico-trópicos del barón y en ese mismo momento surgió la tensión... por ver quien pagaba la cuenta de la cafetería más cara de todo el basto horizonte.
Cara a cara mantuvieron largas charlas sobre el infinito del ser, la forma ovoide del universo y por quien hacía la mejores tortillas de patatas.




Pero aquella excelente bestia murió a los pocos días en una cata de vinos al ser alérgico al cristal de bohemia en el cual reposaban los néctares.

Las tortillas de patata ya no le saben igual al barón...

- dijo...

Lo que pasó es que un día el barón encontró a su doricoceronte posado encima de una de las columnas corintias de la vereda que conduce al invernadero, y comprobó que el exquisito mimetismo del animal no puede reproducir la abigarrada vegetación que decora los capiteles.

Rió de lo lindo por la confusión, pero no quiso importunar a su huésped, que muy dignamente se afanaba en conservar su pose, y siguió caminando por los jardines de palacio.

triz dijo...

jajajajajajaja todos intentamos desmontar al barón y sus historiaaaaa (voz cantarina en on)

Owen Flanagan dijo...

Beautiful design i really like the Dinero dinero drawing as well.

david kow dijo...

Madre mía, que artistazo estas hecho!!! Me encanta tu blog!!

Sebastian Barreiro dijo...

Hola! cuadno abri tu blog los mismos sentimientos me vinieron a mi!!
Sos una artista de la puta madre!!!
Y la foto con los retratos me encanto!!
Saludos










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