martes
La filosofía.
Pues he vuelto compañeros, tras varios días de desaparición etérea por los mundiales mundos.
Ha sido una semana larga y tortuosa, con muchas cosas y mucho que hacer. Hemos tenido desde un parto hasta una boda, así como lo cuento.
Y es que el Hotel Safari ya ha visto la luz, de hecho voy a intentar convencer a la concurrencia de montar en breves un blog donde pongamos toda la información al respecto de semejante criatura.
Por otro lado, honor y fuerza a todos los que estuvieron ahí dando al callo, a mis camaradas hoteleros y a Laura Buey, que estuvo ahí dando al callo como la que más sin pedir nada a cambio, y por supuesto a Diego "punto vital" Moreno, que se nos embarca en la mayor aventura de su vida.
Muchachuelos...un gran trabajo.
Por lo demás, bueno...pues si, un filósofo griego. Estoy metafísico estos días, ya sabéis, la vanidad de la navidad, las preocupaciones intrínsecas del ser, las de los seres que se apoyan en el ser de antes, la guita, la falta de guita y luego ya se sabe, que si no hay gulas y hay que pintar ojos en los fideos, que si el cordero asado de Nochebuena tiene forma de pollo...esas cosas...en fin.
Pero bueno, estoy contento, no todo es malo, parece que mis tentativas de engatusar editores van dando algún resultado, así que ahí estoy...tratando de dibujar para quien quiera.
Así pues...un abrazo a todos.
HONOR Y FUERZA, COPÓN.
También de venta en
Partículas de mi vida.,
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domingo
Ñicñac
Sir Digory Thomas de Rollsroy caminaba hacia la pajarera donde el viejo halconero Fred (es increíble como las personas llamadas Fred tienden a orbitar hacia puestos relacionados con animales domesticos) guardaba a todas las aves de presa.
Allí tomó a su fiel halcón Ñicñac, el más majestuoso pájaro de todos cuantos habían en la pajarera, exceptuando el del Rey, el de la Reina, el del consejero Mayor, las 5 águilas de Sir Edwind Fucik y unos 30 ejemplares más, lo cual dejaba a Ñicñác en el puesto 37 de la majestuosidad en aquella pajarera, puesto que no está nada mal si consideras que por mucho mejores que se crea el resto de personas que te rodean el mejor y más importante eres tú sin duda (un rara enfermedad extendida entre nobles, clero, ejercito y gobierno de una forma que ningún científico ha podido explicar, quizá debido a que también la padecen).
Sir Digory partió hacia los campos de cetrería con Ñincñac posado en su brazo. En ese momento notó algo extraño en Ñicñac, pero fue cuando el halcón salió volando en pos de una liebre cuando el joven sir descubrió que ocurría. Ñicñac estaba engordando...
Allí tomó a su fiel halcón Ñicñac, el más majestuoso pájaro de todos cuantos habían en la pajarera, exceptuando el del Rey, el de la Reina, el del consejero Mayor, las 5 águilas de Sir Edwind Fucik y unos 30 ejemplares más, lo cual dejaba a Ñicñác en el puesto 37 de la majestuosidad en aquella pajarera, puesto que no está nada mal si consideras que por mucho mejores que se crea el resto de personas que te rodean el mejor y más importante eres tú sin duda (un rara enfermedad extendida entre nobles, clero, ejercito y gobierno de una forma que ningún científico ha podido explicar, quizá debido a que también la padecen).
Sir Digory partió hacia los campos de cetrería con Ñincñac posado en su brazo. En ese momento notó algo extraño en Ñicñac, pero fue cuando el halcón salió volando en pos de una liebre cuando el joven sir descubrió que ocurría. Ñicñac estaba engordando...
jueves
La perfecta unión entre el barroco y la idiotez.
El barón de Duglemois descansaba plácidamente en su palacete en su sala repleta de trofeos de caza...estaba aquel corzo que cazó en Champognettes usando tan sólo un cuchillo para pescado, aquella águila derribada de un certero saetazo en Cornouvelle en mitad de la nevada más dura de todo el invierno, incluso una de las piezas que habían valido al maestro taxidermista la confianza del barón, los doce zorros que cazó una tarde de otoño hacía ya cinco años en Britagnes en una pieza única en que los doce habían sido inmortalizados (o mortalizados, la ironía es uno de los juegos favoritos de las palabras) en plena persecución por los dos perros de caza del barón que cometieron el error de ser lo suficientemente buenos como para ser recordados por siempre junto a los zorros disecados.
Pero la pieza que más intrigaba al barón era aquel enorme bicho que se apoyaba en su peana con extraña tranquilidad...al parecer procedía de tierras salvajes y exóticas...y allí estaba en su alcoba haciendo tambalearse todo el equilibrio que había en el resto de sus trofeos...
Maldita sea...tenía que inventarse una buena historia para aquella bestia, mejor incluso que la de los zorros...y no sería nada fácil.
martes
Y voy a la Ruina
El bueno, el feo y el contable.
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